Las 12 verdades standupistas

1) Respire profundo. Como al boxeador que hasta el banquito le sacan del rincón una vez que suena la campana, usted se enfrentará -sin nariz roja, maquillaje o disfraz-, a una multitud de unas diez personas o cien mil.

2) No puede haber en el mundo del teatro un número más arrogante: uno solo contra el mundo, presentándose con nombre y apellido y con una pieza escrita de su puño y letra. Su ego lo trajo hasta acá, no lo dude. Ahora, antes de subir, llévelo al camarín y péguele un tiro en la nuca. 

3) Usted no cuenta chistes, así que no salga a buscarlos. Pregúntese por usted, por sus padres, por su trabajo, por qué el mundo es tan complicado y cruel y luego cuente todo eso del modo más descarnado. Recién entonces se encontrará con los chistes.

4)  Tenga respeto por los oficios y profesiones. No se llame a sí mismo comediante ni permita que otros que se suben al escenario al igual que usted se lo digan. Si usted hizo un curso de tres meses y se sube de vez en cuando a un escenario, no es un comediante. Si tiene un monólogo de quince minutos que repite regularmente, no es un comediante, incluso si tiene un monólogo de media hora y ha seguido haciendo cursos y talleres, tampoco es un comediante. Si recibe una paga por hacerlo, de ningún modo es un comediante. 
Ahora bien, si usted no puede dejar de hacer esto, si sus monólogos puestos en fila ocupan horas, si esta actividad es el centro de su vida, si paga el alquiler con ella, usted seguramente ya es un comediante. En ese caso, lo último que le va a importar es imprimir tarjetas con ese rótulo o esperar que alguno lo llame así. 

5) Si usted está parado aquí es por Aristófanes, por Moliére, por Shakespeare, por Mark Twain, por los Hermanos Marx, Chaplin, Buster Keaton. Por Niní Marshall, Pepe Arias y Pepe Iglesias, por Tato Bores, Pinti, Les Luthiers, Cantinflas, Biondi, Bob Hope y Danny Kay. Por Woody Allen, Monty Phyton y Benny Hill. No sea desagradecido. Vea todas sus películas, lea todo lo que hayan escrito, entérese de cada detalle de sus vidas. Una vez que lo haga, usted se va a comparar y los chispazos de su genialidad lo van a descorazonar. Siga. En algún momento esos chispazos lo van a iluminar, y después lo acompañarán como ángeles tutelares. 

6) Eso que ve sobre el escenario es la culminación de un proceso. Eso que parece una charla improvisada con el público, son horas de pulir, recortar, buscar la palabra y el ritmo exactos. Tome dimensión del arte de los demás para poder tomar dimensión de su propio arte. 

7) Hoy, aquí, no existe público de stand up. No existe quien lo baje de un botellazo por su falta de originalidad, ritmo y decencia. No existe el que le grite que eso ya lo escuchó en boca de otros veinte monologuistas ni uno que se ponga a rechiflar por un remate fallido. Quizás algún día existan estos espectadores. Por ahora, no abuse de su suerte. No diga "esto funciona" cuando en realidad el público sólo esbozó una sonrisa. No se engañe a sí mismo. Júzguese con toda severidad. No niegue la existencia de los mejores, con el solo trámite de no ir a verlos. Mírelos y aprenda. 

8) Desconfíe del "plus mediático" en usted y en los demás. Una figura reconocida es solamente eso. Seguidores de Twitter, amigos de Facebook y puntos de rating sólo marcan diferencia en la ilusoria percepción que da un medio en el que, como ya dijimos, todavía no existe ni público ni crítica especializada. Si usted quiere triunfar en la radio y en la televisión, hágalo. Pero no trate a este arte como un kiosko con el que puede ganar unos pesos más y aumentar el tamaño de su ego.

9) Lea el diario, lea libros de historia. Estudie. Indígnese. De ahora en más usted será un protestón, un crítico despiadado, y si no, no será. Tenga el estilo que tenga, más amable, más sereno o más vehemente, le hincará el diente a la realidad. Si hace monólogos políticos, este alimento es irremplazable. Si no hace monólogos con esta temática, trate de comprender que todo monólogo, si se plantea testimoniar de verdad y cabalmente sobre lo que sea, es igual que todo preso, político.
Lo que usted debe entender es que el mundo está desquiciado y usted podrá sobrellevarlo como un adolescente -que aún no lo acepta y prefiere el último banco para burlarse- o  como un niño, que mira todo por primera vez.
 
10) Usted será el portavoz de los que asentirán diciendo "es cierto, es cierto" o la espina clavada en los que pedirán "que se calle, que se calle", usted ha elegido un oficio que a la propia Emma Thompson le pareció riesgoso. Trate entonces de ser fiel a esta idea: el comediante stand up molesta. Si usted no siente que molesta en absoluto a nadie es porque posiblemente no está haciendo stand up.

11) No robe. Su monólogo es su nombre y su piel, y así como un pescador no sacaría del río algo que compró en la pescadería, no ande tirando la red sobre ideas ajenas. Si compra material, dígalo. Y si lo hizo, usted no es un stand up, sino un actor diciendo un texto ajeno.

12) Finalmente, y ya dirigiendo su paso hacia las luces que sólo a usted alumbrarán, sepa que, más que un gracioso, lo que hay arriba del escenario es alguien contando lo suyo a partir de la exageración y el absurdo; que más que chistes, hay un par de historias y una idea, y que su deber es tomar posición frente al mundo para lograr, como sugiriera la maestra de comediantes Judy Carter, "que lo pesado sea liviano y lo liviano, pesado", es decir, que una tiranía o el nuevo envase de un desodorante se traten, con igual mordacidad, en un mismo monólogo.